Problemas complejos: técnica vs. habilidad
Soluciones dinámicas y flexibles para problemas complejos
Índice
Introducción
Las técnicas se quedan cortas cuando el problema es complejo
Cuándo usar una técnica o una habilidad
Resumen y conclusiones
Introducción
Cuando hablamos de técnica solemos referirnos a una «buena» técnica o «la técnica correcta».
También podemos decir «ser técnicos» o hacer algo de forma «técnica», para referirnos a que lo hacemos de manera correcta y eficiente. Pero una técnica es solo un conjunto de métodos, pasos o procedimientos, para hacer algo. Esta puede ser más o menos eficiente.
Voy a definir tanto la técnica como la habilidad, para partir de un lenguaje común:
Una técnica es una solución a un problema. Puede haber más de una solución al mismo problema, por lo que puede haber diferentes técnicas para hacer lo mismo.
Por otro lado:
Una habilidad sería la capacidad de resolver un tipo de problemas.
Ten en cuenta que, cuando hablo aquí de «problema» me refiero tanto a un problema en el sentido más general de la palabra, como a una «tarea». Cualquier tarea que tengamos que realizar implicará resolver el problema de cuál es la forma más eficiente de realizarla.
Teniendo esto en cuenta, una manera de resolver un tipo de problemas es aplicar alguna técnica que sepamos que funciona en ese contexto.
Podríamos ver una técnica como una herramienta para realizar una tarea o resolver un problema. Por ejemplo, un destornillador nos serviría para atornillar un tornillo. Atornillar es el problema y el destornillador sería el equivalente a la técnica o solución.
El problema de esto es que tu capacidad para resolver problemas está limitada por la cantidad de técnicas que conoces. Aunque también por tu capacidad de elegir la técnica más adecuada.
Siguiendo el símil del destornillador, lo que nos limitaría sería el número y tipo de destornilladores (técnicas) que tengamos. Así como nuestra capacidad de elegir el destornillador más adecuado para cada caso.
Otro tipo de habilidad se basaría en la capacidad de resolver ese tipo de problemas basándote en el contexto, no en las técnicas. Aquí hablaríamos de una habilidad más «flexible» que permitiría adaptar la solución (o crear nuevas soluciones) en función del contexto.
Aquí sería el caso en el que nosotros pudiéramos diseñar nuestra herramienta, en función de las particularidades del problema. No dependeríamos de los destornilladores (técnicas) que tengamos, sino de nuestra capacidad de entender el problema y diseñar la herramienta que mejor se adapte al mismo.
Las técnicas se quedan cortas cuando el problema es complejo
Existen varias técnicas o soluciones al «cubo de Rubik», montar un mueble de Ikea, diseñar un puente, hacer un tiramisú o resolver el problema del viajante que vimos en un artículo anterior.
Lo que tienen todos esos problemas en común es que no son complejos. Algunos son difíciles o complicados, pero no son complejos. Se sabe el resultado que se tendrá aplicando cada técnica. Son problemas fijos y predecibles, a los que se puede aplicar la misma solución una y otra vez.
En este tipo de casos, conocer las mejores soluciones puede ser suficiente.
Pero cuando hablamos de problemas complejos, necesitaremos esa habilidad flexible que comentaba antes.
Veamos algunos problemas (aparentemente) sencillos, pero complejos:
Caminar por una acera llena de gente sin tropezarte con nadie.
Elegir la mejor fecha y hora para una reunión en un equipo distribuido en múltiples zonas horarias.
Decidir cómo sentar a los invitados de una boda.
Diseñar un puente puede parecer muchísimo más difícil que caminar sin tropezarse con nadie. Sin embargo, la dificultad no tiene nada que ver con la complejidad.
La dificultad no tiene nada que ver con la complejidad.
Las técnicas para construir un puente son conocidas y se sabe que funcionan siempre de la misma manera.
Para ver más en profundidad por qué estos problemas son complejos y por qué aplicar soluciones fijas no funciona para estos casos, te recomiendo repasar este artículo sobre los problemas complejos.
De forma muy simplificada, lo que hace esos problemas complejos es la cantidad de interdependencias que existen entre los elementos involucrados y el carácter dinámico y poco predecible del problema. No es fijo, sino que irá cambiando, independientemente de las decisiones que tomemos.
Cuándo usar una técnica o una habilidad
Aprender técnicas tiene sus limitaciones, aunque también sus ventajas. La clave es saber cuándo centrarnos en aprender técnicas en vez de en desarrollar habilidades.
Personalmente, siempre me he inclinado más hacia desarrollar habilidades, que a aprender técnicas. Aunque reconozco que hay problemas o situaciones en las que lo mejor es tirar de una técnica conocida y probada.
Si evaluamos el coste-beneficio, veremos que para problemas conocidos, deterministas y que tengan una o pocas soluciones posibles, nos vale más la pena aprender la solución más eficiente que alguien ya encontró y que está bien probada.
Problemas como estos entrarían en esta categoría:
Cambiar una rueda.
Hacer un tiramisú al estilo tradicional.
Construir un puente.
Resolver una ecuación cuadrática.
Tardarás menos tiempo en cualquiera de esas tareas tirando de una solución conocida, una técnica, que tratando de resolver el problema usando tu habilidad en la materia. Y probablemente obtengas mejores resultados.
Ahora bien, si hablamos de problemas más abiertos, no deterministas, no lineales, dinámicos y complejos... esa es otra historia. Como vimos en los artículos anteriores sobre los problemas complejos, tratar de aplicar soluciones fijas a problemas complejos no nos lleva a nada bueno.
Ahí es donde entra en juego la habilidad, porque la habilidad es lo que nos permite realizar la tarea o resolver el problema (o lidiar con el estado actual del mismo) de forma dinámica.
La habilidad nos permite actuar de la mejor manera posible en función de lo que percibimos del problema en el momento actual. Lo que será la mejor respuesta con la información disponible. Al menos, la respuesta más adaptada a la situación.
Pero desarrollar una habilidad lleva más tiempo y esfuerzo que aprender un conjunto de pasos para resolver un problema concreto. Por eso, solemos elegir aprender técnicas, incluso a sabiendas de que no es la mejor opción para este tipo de problemas.
También porque es más fácil de aprender y enseñar.
Veamos algunos ejemplos de este tipo de problemas más abiertos, no deterministas y complejos:
Conducir un coche por la ciudad o una autovía.
Cuidar de un bebé llorando.
Tratar un dolor de espalda.
Gestionar un equipo de personas.
Presentar una ponencia.
En algunos de esos ejemplos podemos ver claramente que no hay una única solución o resultado esperado, pero en otros podríamos pensar que existen técnicas adecuadas. Por ejemplo, hay técnicas de oratoria que te pueden ayudar a hablar en público, todo el mundo ha visto vídeos de ejercicios para el dolor de espalda o trucos para que tu bebé deje de llorar.
La realidad es que eso son solo soluciones que le han servido a alguien en unas circunstancias muy concretas, que probablemente no darían el mismo resultado en otras. Ni siquiera a la misma persona a la que le sirvió la primera vez.
El bebé puede estar llorando por múltiples razones, así que aplicar esa solución es como jugar a la lotería. Al final, lo importante no es aplicar una técnica, sino averiguar por qué llora y actuar en consecuencia. Y, en cada situación, deberás hacer algo diferente, aunque el problema sea parecido.
La práctica y la experiencia de tratar de resolver ese problema desarrollarán tu habilidad para entender mejor lo que ocurre y ser más eficiente resolviendo el problema.
Con el dolor de espalda pasa lo mismo. Hay ejercicios que funcionan con ciertas personas, pero a otras les causa más dolor. Es una lotería. De nuevo, lo importante es adaptarnos a la persona y la situación. La misma persona, en circunstancias diferentes, puede presentar síntomas diferentes.
Lo importante es adaptarnos a la persona y la situación.
Y ya no es que técnicas como «imaginarse al público desnudo» les funcione a algunas personas y a otras no, sino que esa misma persona deberá enfrentarse a distintos públicos, en diferentes circunstancias y con diferentes estados emocionales.
A lo largo de mi vida he dado charlas, conferencias, seminarios, talleres prácticos, clases, presentado eventos y me han hecho entrevistas; con público grande, pequeño, técnico, generalista, participativo, totalmente pasivo e, incluso, con público hostil. Y puedo asegurar que si no eres capaz de reaccionar en el momento y adaptarte a lo que percibes del público, lo has perdido en menos de cinco minutos. Da igual las técnicas de oratoria que uses, debes «leer» a tu público y adaptarte a él.
En este tipo de problemas, no conoces la solución. Tienes un objetivo final y una dirección en la que ir, pero existen mil caminos para llegar. Y ese objetivo final puede moverse, así que tienes que estar constantemente comprobando dónde está.
Si siguiéramos esa metáfora al pie de la letra y eligiéramos el ejemplo de conducir por la ciudad, veríamos esto.
Imagínate que quieres ir, en coche, de tu casa a la casa de una amiga que vive en la misma ciudad, pero en un barrio lejano. Puedes decir: «es un problema conocido, tengo la ruta perfecta para llegar». Y puede ser cierto, pero hay muchos elementos que no controlas y que afectarán.
Puede haber una calle cortada, o un atasco que no esperabas, lo que te lleva a cambiar tu ruta. El recorrido no depende solo de ti, sino del resto de coches. Conoces el punto de salida y llegada, sin embargo, no puedes controlar totalmente el recorrido o cuánto tardarás. Por no decir que tampoco puedes controlar que no pase algo que haga que tú, o tu amiga, deban ir a otro lado por alguna razón, como una emergencia familiar.
En resumen, el problema es más abierto de lo que pensamos en un principio y aferrarnos a una única solución (una ruta) nos hace menos flexibles y eficientes para resolverlo.
Resumen y conclusiones
Podemos definir la técnica y la habilidad de una forma que nos ayude a distinguirlas claramente de la siguiente forma:
Técnica: Posible solución a un problema.
Habilidad: Capacidad de crear, o encontrar, soluciones para un tipo de problema.
Aunque podríamos extender un poco esta última definición en el contexto de los problemas complejos de la siguiente manera:
Habilidad: Capacidad de crear, o encontrar, soluciones a un tipo de problema. Estas soluciones estarán adaptadas al contexto actual del problema.
Las técnicas son expresiones de esa habilidad. Y pueden ser más o menos eficientes, dependiendo de cómo se adapten al problema.
En el caso de los problemas cerrados y deterministas, conocer y aplicar una buena técnica puede ayudar a solucionarlo de forma eficiente. Pero si hablamos de problemas más abiertos, no deterministas y dinámicos, como son los problemas complejos, las técnicas se quedan cortas.
Para lidiar con problemas complejos, es importante desarrollar habilidades flexibles que nos ayuden al continuo ajuste que requiere enfrentarse con un problema dinámico.
Por esto, tanto si gestionamos un equipo de personas, trabajamos en el entorno de la salud, el entrenamiento, la educación o si tratamos de crear una empresa, debemos centrarnos más en desarrollar habilidades y aprender a percibir mejor el contexto de los problemas que acumular técnicas y «buenas prácticas».
En el próximo artículo expandiré estas ideas para explicar cómo desarrollar estas habilidades, basándonos en las teorías de los sistemas complejos, la neurociencia, la psicología cognitiva, la ecológica, el desarrollo de habilidades motoras y el paradigma de la pedagogía no-lineal.
Creo que encontrarás que tiene mucho sentido en el contexto de todo lo que he ido explicando en los artículos anteriores y que es mucho más efectivo que tratar de acumular técnicas y esperar que funcione sin importar el contexto.